Tuesday, July 05, 2005

Te pego...

... quizá si te pego me respetas, porque soy más chiquito por dentro pero me dieron este palo y quizá si te pego me respetas.

sí, sí, dale, palo, sudor, saliva, sangre, ves? doblega ese pensamiento, doblega esa alma, esas rodillas que al cabo es lo mismo, para mí es lo mismo.

Por qué son así? por qué me hacen que les dé? no pueden, simplemente ser como todos? como el resto y mimeti..., coño mimitezir.., mierda "Álvarez" cómo es que se dice?

no sé, no sé, coño, tú siempre queriendo usar esas palabras, verga, di "confundirse".

(maldito Álvarez) ... confundirse entre el resto, no pienses, no quieras, no anheles porque me haces que te pegue y no quiero hacerlo, sólo veme como quien mira pa'rriba, no mucho, no me veas a los ojos, no quieras saber quién soy, ve mi pistola, mi rolo, reconoce la ley, la superioridad, aceptame como tu protector o voy a tener que pegarte.

"coño se está parando, dale, dale". ves? es tu culpaaaaaaaaaa!!!!!

Pueblo libre, hijo de libertadores, yo soy el pueblo, yo soy libertador, dejame que te libere, que te diga, que te piense, que te interprite... que te intirpre... (maldición) Álvareeeeeeeeeeez.

"interprete", coño pero usa "explique", no uses esas palabras que no conoces vale si tú eres más bruto que'r coño.

(maldito Álvarez), (yo no soy bruto, yo tengo un rolo y cosas que brillan en mi pecho) ... deja que te interprete la vida, sé feliz, no pienses, sólo sé feliz que yo te cuido o te pego, no me hagas que te pegue.

vale no le des más, que se nos va .....

no Álvarez, este tiene que aprender quién es el que manda, tanta rabia, tanta ignorancia, no me la puedo tragar, déjame darle dos más ... porque, no joda, es su culpa.

se nos fue carajo, te lo dije ...

es su culpa, va, sácalo de aquí, vamos a seguir liberando este pueblo.

...

No me veas a los ojos, no descubras mi temor, no me desnudes con tu valentía de mudismo y quietud, no me muestres lo que soy .... porque te pego.

te pego ....

Friday, July 01, 2005

A ustedes muchachos ... con mi dolor poquito

Para Edgar, Erik y Leonardo

Hoy cuando llegue a la casa abrazaré a mis hijos y seguro voy a llorar, los abrazaré fuerte porque no sé donde está la próxima alcabala.


En el mismo callejón donde jugamos el escondido y policias y ladrones, en el mismo donde 'me dieron' mi primer beso, donde se juegan los sueños día a día.

No los conocí pero eran yo mismo, la arepa en la mañana, la siguiente comida quizá en la noche antes de dormir, la universidad, los examenes, la rumba? la novia, los planes, saldremos de aquí algún día. No te preocupes mamá yo te voy a comprar una casa bonita cuando me gradue.

Las madres que despiden desde la cocina, corazón en mano, angustia viva, soltar los hijos a la calle rezando para que la calle se ensañe con otros para que no les pase lo que a muchos les pasa y no pasa nada. Angustia viva, rezagada a veces.

Así eran, muchachos como yo fui, soñando un futuro mejor, labrándoselos día a día, examen a examen, hambre a hambre, necesidad a necesidad.

Felicidad, tristeza, risas y llantos y así transcurre la vida, la promesa en la mesa, la del hjo o la hija que dice "yo te voy a rescatar", la de la madre o padres que dice "yo te voy a proveer" y así en un pacto secreto y necesario de supervivencia transcurre la vida.

Hasta que llega la ley, grito, disparo, rabia. Se murió el sueño y el otro y el otro, los mataron, mataron la madre, el padre, el futuro, los hijos que no llegarán, la casa, los planes, el amor.

Donde quedaron las fiebres cuidadas, los cólicos, los dientes rotos, las rodillas peladas, cuidadas todas con el amor más infinito, curadas con besos y caricias, tanto dado, toda la vida puesta en ellos hasta que una bala acaba con todo. La bala, la rabia, la pregunta .... por qué? por qué?

Y ahora no queda nada, no hay justicia posible, ni que la haya la habrá, todo se olvidará y estas familias, fantasmas de la vida ya para siempre, serán desecho de las noticias hasta que otro joven salga a la calle a ganarse el respeto del futuro a ofrecer los mismo de todos los días, esfuerzo y esfuerzo, pues eso le enseñaron, hasta que la rabia se lo robe de nuevo y de nuevo creen fantasmas donde debió haber sueños, alegrías y victorias.

Y es así cómo nos vamos llenando de fantasmas, de cosas que debieron ser pero no fueron y nunca serán.

"Me los mataron", "me los mataron" y el dolor no deja saber más nada .... allá te espero mamá, que diós te bendiga hijo.

Hoy cuando llegue a la casa abrazaré a mis hijos, los abrazaré fuerte y rezaré para que la alcabala los deje pasar.

== Los hechos son los siguientes ================================
“LA ORDEN ES TRES MUERTOS”
Patricia Torres Uribe

Izabeth prefería siempre que la dejaran en alguna estación del Metro, pero la noche del último lunes Leonardo, encomendado al amuleto de su piel, insistió en llevarla: “Vamos que a los negros no nos roban”.

Había sido un día de exprimir neuronas frente a una prueba parcial de Física que marcaba el inicio de una semana de exámenes con remate sabatino en Matemáticas.

Algún límite recostado en el infinito o tal vez una integral imposible, consumía la cháchara de los muchachos cuando a la altura del Bloque 1, en el barrio Kennedy de la parroquia Macarao, un encapuchado con arma larga en ristre les cortó el paso: “Acelera, negro, que nos van a atracar”. El Corsa color arena rodó 200 metros más hasta una alcabala, que sin dar orden de parada alguna, suelta una ráfaga de tiros que hiere a Elizabeth en la pierna. Había comenzado la muerte.

“¿Elizabeth, estás bien? ¿Elizabeth, estás herida?”, fue lo primero que escucharon los vecinos, resguardados en sus casas. Eran las 11:30 pm. “Entonces nos asomamos a ver qué pasaba y vimos a tres muchachos y una muchacha junto al carro. Estaban nerviosos, corrían de un lado a otro y pedían a gritos una ambulancia; ella les decía que estaba herida en la pierna, que no se podía bajar. No eran de por aquí pero se veía que eran sanos, eran unos muchachitos”, relata una vecina que observó de frente la escena y pide reservar su nombre.

“LA ORDEN ES TRES MUERTOS”

No reconocieron que a la que llamaban Elizabeth era La Niña. “Por aquí todo el mundo la llama así. Si hubiéramos sabido que era la hija de Rosa seguro salimos y de pronto nos matan a nosotros también”, continúa la vecina. Al parecer, Elizabeth llamó a su mamá desde un celular y ésta salió a socorrerla, sin saber que su hija estaba herida. Cuando llega hasta el carro, los muchachos le dicen lo que pasó y Rosa, entre gritos, les pide que vayan a su casa, al fondo del callejón, a llamar por teléfono a una ambulancia. Leonardo, el conductor, se quedó con la madre y las muchachas al costado del carro mientras Eric y Edgar corrían hacia la vivienda.

“Justo ahí llegaron los encapuchados.

Eran como 15.Venían a pie, con armas largas, parecían guerrilleros y sin dar aviso comenzaron a disparar”.

Una parte del grupo policial llegó hasta el carro, y tres tomaron hacia el callejón, disparando.

“Los muchachos les decían que eran estudiantes, que acababan de presentar un examen y que venían a traer a una compañera, pero nada, los agarraron y no les permitieron mostrar las credenciales. Cállense, ratas, era lo único que les decían”, relata otra vecina, que vive en diagonal a la casa de Rosa.

Según los testimonios recabados en el sector, Eric y Edgar quedaron encerrados en el patio interno donde acaba el callejón sin oponer ninguna resistencia. Los agentes los lanzaron al piso, les ataron las manos y les dieron golpes y patadas.

“Se ensañaron con ellos. El blanquito delgadito que después nos enteramos que se llamaba Eric decía estoy vivo, estoy vivo y le preguntaba a Edgar si estaba ahí. El fue el que llevó más golpes pero también el que más resistió”, cuenta la hija de la vecina, que observó agachada los sucesos desde la ventana de su habitación.

El cuerpo de Eric Montenegro —20 años, 55 kilos, estudiante de tercer semestre de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Santa María, fanático de las computadoras y a quien llamaban en broma Mister Burns, por su parecido físico con el jefe de Homero Simpson— ingresó a la morgue de Bello Monte con 10 impactos de bala en el cuerpo.

Eric —recordaban ayer al mediodía sus compañeros en su velorio en la capilla V del Cementerio del Este— era tan delgado que seguía una dieta especial de carbohidratos para ganar peso.

Entre el inicio de los tiroteos y la muerte de los muchachos, los vecinos del sector calculan que debieron pasar 15 minutos. Al principio no podían saber cuántas eran las víctimas, pero un diálogo les confirmó el parte:
—Hay dos muertos y un herido — dijo una voz.

—Tres muertos —respondió otra, de mando.

—No, pero uno está herido —corrigió la primera.

—Te dije que son tres. Esa es la orden. Tres muertos y punto...

La noche apenas comenzaba.

Llegaron más policías — “eran más de 50” —, todos de la DIM y el Cicpc, trancaron las calles e ingresaron en algunas viviendas. En una de las casas del callejón, frente a donde murieron Eric y Edgar, entraron tres funcionarios, uno muy alto y corpulento con pasamontañas, arma larga y chaqueta de la DIM, otro del Cicpc con la cabeza rapada y una mujer vestida de verde olivo, con pantalones con bolsillos a los lados, pelo negro y liso atado a una cola y la cara regordeta.

“Nos lanzaron al piso de nuestra propia casa, a mí que estoy recién operada de la columna, a mi hija que está embarazada y a mi yerno. Nos preguntaban insistentemente qué habíamos visto, y la mujer nos decía que no nos moviéramos porque no respondían si se les escapaba un tiro”.

Por eso es que ayer insistían en reservar sus nombres.

En la vía principal, los policías mandaban a callar a la madre de Elizabeth, que suplicaba asistencia médica para su hija. Un poco más tarde llegó un carro, y se llevaron a las muchachas, y cerca de la 1:30 am, una camioneta cuatro puertas pick-up, color azul metalizado, sin señas, de esas “bien bonitas y grandotas” que proliferan ahora por las calles, vino por los cadáveres.

“Sacaron dos del callejón, y al tercero (Leonardo) lo recogieron aquí enfrente de la casa. Los lanzaron como a unos perros dentro de la cava”.

Lo que siguió luego fue una “operación limpieza y siembra” que se extendió hasta las 5 de la mañana. Todos los casquillos fueron retirados y los que quedaron incrustados en las paredes y el piso fueron sacados a martillazos. “Ya tenemos tres pistolas y falta una”, escuchaban los vecinos, y desde las ventanas pudieron ver cuando tomaban las fotos de las armas.

Los cuerpos ya no estaban. “En la mañana sólo encontramos los charcos de sangre”.

Y como llegaron se fueron, sin aviso ni explicaciones. Pero hubo un descuido: “Verga, en tremendo peo nos metimos. Coño, nos jodimos.

Estamos empaquetados”, se les escapó.

1. Edgar Quintero (19 años) y
2. Eric Montenegro (20 años) murieron en el patio interior del callejón donde se encuentra la casa y la bodega de la familia de Elizabeth Rosales.
3. El cuerpo de la tercera víctima, Leonardo González (25 años), cayó frente a las casas 9 y 11, en la vía principal de la terraza seis de Kennedy, a escasos metros del vehículo que conducía. Nunca hubo voz de alto.