Mis niños huelen a tierra y caramelo, a lágrima y sudor, a beso, a ropa sucia, a sangre y carcajada.
Mis niños se me pegan con necesidad de calor, con entrega de amor, y se separan con dolor de despedida, con orgullo de lo hecho, lo alcanzado.
Es que como dice el cantor:
"... cuando se abre una flor, al olor de la flor se le olvida la flor..."
Monday, February 20, 2006
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